Recuerdo que hace un año pasé 2 días con un terrible dolor de muelas.
Un dolor tremendo afecta a la crianza, sin duda.
Estas 2 noches que apenas dormí hicieron que mi hijo se despertara más a menudo. Seguro que me notaba más nerviosa a su lado, en la cama.
Te voy a ser muy sincera. Estos 2 días de más cansancio y dolor hicieron que tuviera menos paciencia, y le tuve que pedir perdón por 2 momentos de nervios que pasé.
Cuando el dolor era más intenso y mi hijo también estaba más nervioso, lo que me salvaba era alguna (o todas) estas acciones:
- Respirar profundamente, llevando el aire hasta mi estómago.
- Cerrar los ojos y visualizar a mi hijo sonriendo junto a mí.
- Decirme por dentro: «no quiero que mi hijo viva mi dolor ni mi rábia».
- Pedirle un abrazo a mi hijo y fundirme en él.
- Recordarme que el dolor es pasajero, pero que el amor es eterno.
Por suerte, cuando por fin pude ir de urgencias (el primer día laborable que pude), mi dentista me solucionó el problema.
¡Qué diferencia! Entonces volvimos a estar conectados otra vez, sin dolor por el medio.
Cuánto he aprendido de mi capacidad de autocontrol, y cuánto he descubierto que puedo seguir aprendiendo.
Cuánto he aprendido de la capacidad de perdón de mi hijo con tan sólo 2 años. Gracias por aceptar mis disculpas. Gracias por ayudarme a crecer.
¿Has sentido alguna vez algo parecido? ¿Cómo has superado estos momentos de dolor intenso junto a tu bebé?